Las Cartas a Evelina, una verdadera joya literaria.
El autor, en sus cartas, se adentra en las ruinas de la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, en su rico pasado, no sin dejar a un lado las críticas disfrazadas a la tiranía trujillista.
I de III
Por: Lic. Jorge Jiménez María.
La Vega, RD.- Las cartas a Evelina son una valiosa joya literaria de la autoría del escritor dominicano
Francisco Moscoso Puello que datan del año 1946. En la carta número 21, el autor
analiza el modo de vida capitalino de mediados de los 40 bajo la dictadura
trujillista. Muchas cosas han cambiado hoy 70 años después. Según cuenta el
autor, para esa época en la capital vivían “apenas sesenta mil almas” que
vivían oprimidas bajo el fragor de la dictadura trujillista. Para Moscoso
Puello, los dominicanos somos una mezcla de San Francisco de Asís, del Fuerte
de la Concepción, de los viajes de Colón, del Convento de los Jesuitas. No es
posible concebir la dominicanidad sin tomar en cuenta esas piedras, esas ruinas
que yacen en la ciudad colonial.
Reunirse
con don Luis Alemar llevaba al autor a tomar un tour imaginario por esa rica,
pero sufrida historia colonial que tuvo nuestra isla, en la que convivían el
blanco español, el negro esclavo y el indio manso y donde el poder político era
detentado por los ibéricos, quienes impusieron su voluntad para someter a
indios y negros, generando una lucha de clases entre dominadores y dominados,
gobernantes y subordinados, que se mantiene hasta nuestros días.
El autor ama
la ciudad, dice que es gloriosa, “preñada de tradiciones, incomparable”. Santo
Domingo de Guzmán es una joya bajo el sol que poseemos los dominicanos pero la
cual no hemos valorado en su justa dimensión. Es la cuna de Duarte, el padre de
la patria y uno de los más grandes lideres políticos que ha parido nuestra
patria. De seguro le llega el recuerdo de aquel acto heróico que nos dio vida
como nación independiente. Fue en Santo Domingo de Guzmán donde se proclamó la
independencia de la isla. Desde aquel 27 de febrero de 1844 somos una nación libre
y soberana. Era 1844. Al viajar mas atrás, cae en 1821 y ve a Núñez de Cáceres
entregando las llaves de la ciudad a Boyer, como símbolo de la unificación de
la isla y del aborto de nuestro primer intento soberanista. Vendrían 22 anos de
oprobiosa dominación haitiana.
En
esas ruinas que aun conservamos en la ciudad colonial, también queda el
recuerdo de aquellos días cuando vino Toussaint Louverture con planes de unir
la isla como una sola e indivisible. El autor se imagina a Louverture montado
en su caballo, anunciando la unificación de la isla. Era 1801. Nuestro relator se va casi 300 anos atrás hacia
el pasado y se imagina a Fray Antón de Montesinos lanzando proclamas a favor de
la protección de los indígenas, ve a los negros cargando materiales para
construir la Catedral Primada de América, enclave del poder religioso que
siempre ha ido a la par con el político en nuestra isla y que no pueden vivir
el uno sin el otro, como si de un matrimonio se tratase; oye hablar a Nicolás de Ovando, el hombre que
construyó la ciudad en la margen occidental del Río Ozama, tras ser devastada
por un fenómeno natural, y es casi seguro que lo oye pronunciando un gran
discurso, porque se dice que era buen orador. Cuando Moscoso Puello sigue
avanzando en este viaje imaginario, ve a Colon y a Guacanágarix sentados bajo
una mata de mango hablando de cómo facilitar las cosas para que los indios
fueran sumisos y los españoles pudieran penetrar en nuestra isla sin enfrentar
una férrea resistencia de parte de los taínos;
Cont...
El autor es abogado.
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